Jueves 28 de Marzo de 2024

15 de diciembre de 2015

Murió Bob Killmeate, tejedor de redes sociales

Fue sacerdote, se salvó de morir asesinado por la Dictadura Militar. Su pasión por organizar a los marginados le trajo muchos problemas. A todos los superó con su férrea voluntad y amor el prójimo. Dejó los hábitos y siguió construyendo redes sociales. Hace un año se radicó en El Calafate en busca de su próximo desafío: unir el país con el hilado de fibras autóctonas. La muerte lo sorprendió en Bariloche, a los 67 años.

Quienes cruzaron aunque sea una charla con Bob Killmeate seguramente nunca van a olvidarlo. Sus ojos celestes y cristalinos, su voz ronca, su acento de barrio, su decir fácil y directo, su hombría de bien y humildad, eran carta de presentación que atrapaba y cautivaba.

Bob Killmeate es una de esas personas cuya vida puede servir para guión de una apasionante película. Porque así fue su historia:   apasionante.

Nació hace 67 años en Mercedes, provincia de Buenos Aires. A los 17 años fue a estudiar Derecho a Buenos Aires, pero al conocer las conclusiones de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de 1968 (Documento de Medellín) su vocación se volcó al sacerdocio.

Ingresó a la orden de los Palotinos, que estaban en la porteña iglesia de San Patricio. En oportunidad de viajar a Colombia a estudiar, en 1976, se salvó de ser uno de los sacerdotes asesinados en la Masacre del 4 de julio. Todos sus amigos murieron allí.

Bob vivió exiliado por un tiempo en Roma hasta que, cansado de permanecer sin sentido, decidió regresar. En 1978 se ordenó sacerdote y comenzó a trabajar socialmente, creando una cooperativa de autoconstrucción de viviendas.

Su labor cayó mal en la iglesia aburguesada y cercana al poder, por lo que fue enviado como castigo a Santiago del Estero. Allí Bob comprendió que no solo había que luchar por el derecho de la vivienda, sino también de la tierra propia.

En la pequeña localidad de Los Juríes organizó otro tejido social: el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE). Bob armó una verdadera revolución con el fin de conquistar el derecho a la tierra propia para los pobres.

Un enfrentamiento con el Obispo de Santiago lo decidió a dejar los hábitos y a seguir buscando desafíos para organizar a las comunidades bajo el concepto de Economía Social, que transita carriles opuestos al modelo capitalista.

Tras mudarse a Dina Huapi (cerca de Bariloche), inició el trabajo organizativo entre productores rurales de la meseta rionegrina. Generó la ONG Surcos Patagónicos y con ello el Mercado de la Estepa. Les enseñó hacer valorar sus saberes y sus productos a las hilanderas y tejedoras, que ya estaban perdiendo el conocimiento ancestral del hilado.

Además fue ideólogo de la Ley de Economía Social en Río Negro, gracias a una iniciativa popular ciudadana que él impulsó, la única en esa provincia hasta el momento.

En el último tiempo, Bob se planteó otro desafío: replicar el modelo de economía social del  Mercado del Estepa en toda la Patagonia. Y allí fue con su fe inquebrantable y su capacidad de organizar grupos.

Se radicó hace un año en El Calafate. El 13 de diciembre de 2014 llegó a esta localidad y comenzó a tejer otra red. Esta vez con pelo de guanaco, su objetivo que comenzó a trabajar desde 2007.

Se propuso rescatar también en Santa Cruz, Tierra del Fuego el conocimiento del hilado, y potenciar esta actividad para beneficio de las familias que poseen este saber.

Junto con nuestro amigo, el Vasco Perret, ayudaron a organizar a un grupo de hilanderas en un espacio llamado QUIMN CAL.

Su sueño era levantar un mercado de productores en El Calafate, y a la vez unir el país con el hilo de distintos pelos de camélidos. Una forma simbólica y gestual de algo más grande: tejer una red de productores a nivel nacional.

En eso estaba en su Dina Huapi. El 28 y 29 de noviembre pasado organizó el VII encuentro de la Red de Mercados Asociativos Patagónicos (MAPA). Y fue allí donde comenzó a fallarle la salud.

Bob Killmeate cayó en terapia intensiva y no se pudo recuperar.

Se fue un hombre que toda su vida vivió como un equilibrista sin red. Sabía que lo que hacía en beneficio de muchos humildes a la vez molestaba a unos pocos poderosos.

Le faltó la red a él. Pero él se dedicó a construir muchas redes, muy fuertes, las que perduran a través de la organización social.

Ahora Bob está en un cielo, cristalino como sus ojos azules y puro como su alma.

Gracias Padre, gracias cooperativista, gracias campesino, gracias hilandero, gracias activista, gracias amigo.

Gracias Bob Killmeate!

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