FOTO: ARV. REVISTA FRAY MOCHO. BUENOS AIRES. 12 DE ABRIL DE 1921

“Vemos ya por estas discusiones sobre la delimitación entre el retruécano [2] y el juego de palabras que el primero no puede auxiliarnos mucho en la investigación de una nueva técnica del chiste. Cuando no hallamos en él el empleo de distintos sentidos de un mismo material, tropezamos, en cambio, con el retorno de lo ya conocido, retorno que se nos muestra en la coincidencia de las dos palabras puestas al servicio del chiste. Así, pues, el retruécano no es más que una subdivisión del grupo, que culmina en el juego de palabras propiamente dicho”. [3]

Sigmund Freud (1856-1939)

Con alguna frecuencia, al observar en otros excesos nos genera vergüenza ajena, fastidio, etcétera, pero a veces risa.

Más aún cuando la coplosidad [4] es alardeada públicamente a la manera de los presumidos que mucho se auto elogian para velar lo indecible.

La planificación es una herramienta extraordinaria tanto en lo personal, las empresas, los gobiernos, etcétera. Pero de ahí a convertirla en la madre de todas las virtudes para todo y para todos, muchas veces la cerrazón ideológica enturbia la razón.

Cuando sumamos al autoritarismo político extremo a lo antedicho, el abismo está a la vuelta del recodo.

Chinguiz Aitmátov, con ironía, describe una acción gubernamental de aniquilamiento y desequilibrio ecológico para disimular uno de los fracasos de la política centralista y autoritaria, revistiendo de humanidad a animales de los páramos, a la manera de las didácticas fábulas infantiles: “Lo que no podían saber los lobos de la estepa era que su presa de siempre, las saigas, [5] les hacía falta que las autoridades de la región para completar la norma de acopios de carne; no podían saber que a finales del último trimestre ʻdel año decisivo del quinquenioʼ reinaba en las instituciones regionales una gran tensión –peligraba el cumplimiento del plan quinquenal- [6] y que un avispado funcionario de la administración regional había propuesto echar mano de los recursos cárnicos de Moyún-Kumí: [7] su idea consistía en que no importaba tanto la producción de carne como el suministro al Estado, y que aquélla era la única salida para no quedar en mal lugar ante el pueblo ni ante las exigentes instancias superiores. [8] Los lobos de la estepa no podían al tanto de los constantes telefonazos que llegaban desde arriba con las imperiosas necesidades del momento: ʻHay que cumplir el plan de suministro de carne aunque sea sacándola de bajo la tierraʼ, ʻBasta ya de dilacionesʼ, ʻEstamos en el último año del Plan Quinquenalʼ, ʻ¿Qué vamos a decirle al pueblo?ʼ, ʻ¿Dónde está el plan?ʼ, ʻ¿Cómo se han cumplido los compromisos?ʼ.

ʻCumpliremos el plan sin falta –contestaban de la administración regional-. En los próximos diez días. Hay reservas en los distritos. Apretaremos los tornillos, exigiremos…ʼ. [9] [10]