FOTO: ARV. TÍA VICENTA. AÑO IV. N° 145. BUENOS AIRES, 14 DE MAYO DE 1960

“No tenemos, pues, más remedio que admitir que el placer del humor surge a costa del desarrollo del efecto cohibido; esto es, del ahorro de un gasto de efecto”. (2)

Sigmund Freud (1856-1939)

Muchas veces, el humor político puede identificar algunos acontecimientos difundidos públicamente como verdades irrefutables que no lo son.

Es doblemente risible cuando es aceptada socialmente la existencia de la mentira; también puede ser un motor en reversa.

Uno de los principales aportes para comprender el humor fue el ampliamente trabajo al respecto del sociólogo, periodista y político francés Robert Escarpit (1918-2000): (3) “Si el humor hace reír tan a menudo, es simplemente porque su mecanismo dialéctico es idéntico al de la risa, es porque crea, desde luego, la tensión con su ironía y –si bien menos a menudo- su rebote lleva al desahogo. Esta coincidencia es parcial y ocasional. Sucede que el humor coincide con las formas superiores del pensamiento dialéctico y se convierte en una filosofía”. (4)

“A la gente hay que decirle las cosas como son. La gente tiene que premiar al que le dice la verdad. No va más mentir para ganar. (...) Pongámonos arriba de la grieta, dejémonos de joder con la grieta. (...) Creo un montón en darle horizonte a la gente, pero no en base al relato. Eso no va más. (…) Hay que decir la verdad porque eso da espalda para gobernar. ¿Qué es eso de tener un relato, de tener una cosa épica? Eso es todo un cambalache. ¿El día que te aplasta la realidad qué vas a decir? No tenés más nada para decir (...). Los extremistas no pueden participar más, no sirven para nada”. (5)

También encontramos textos de reconocimiento del empleo de la verdad o la mentira en procesos electorales.

“Daría no sé cuánto por oír a un político con agallas que se atreviera a decir en un discurso: ʽMe presento como candidato a intendente de nuestra hermosa ciudad. Mi programa consiste en mantener las cosas como están. El meollo de nuestra floreciente economía es el juego y la prostitución, y que me quemen vivo si creen que voy a cambiar este estado de cosasʼ. Y por contar con ciudadanos lo bastante sabios e inteligentes como para elegirlo y darle su aprobación con una votación abrumadora a su favor. (…)

Lo mejor de todo, es que nadie tenía estupefacientes y apenas se perpetraba alguno que otro crimen de cuando en cuando. Todo el mundo estaba dedicado a hacer dinero, y mantener su felicidad y a vivir bien. Incluso las iglesias y los clérigos no tenían muchos motivos de protesta, ya que recibían su tajada de queso, lo mismo que todos los otros.

La política, en pocas palabras, todo lo tragó”. (6)