FOTO:  ARV. JEAN LARTÉGUY. NIDO EN LA TIERRA. EMECÉ. BUENOS AIRES, 1976

“No es de admirar que estos efectos de placer impulsen al niño a dedicarse con entusiasmo a su juego, sin tener para nada en cuenta la significación de las palabras y la coherencia de las frases. Así, pues, el primer grado preliminar del chiste sería el juego con palabras e ideas, motivado por determinados efectos placientes del ahorro”. [1]

Sigmund Freud (1856-1939)

Muchas veces, cuando nos reímos de otros, en definitiva, lo estamos haciendo con respecto a nosotros mismos pero disimulándolo y aceptándolo de mejor manera.

Cuando constatamos que lo que sucedió hace tiempo y en lejanas comarcas bien podría estar en nuestros diarios de mañana, la sonrisa además también contribuye a la reflexión; bienvenida entonces.

Otro tanto sucede con la ficción literaria cuando entrevemos realidades fielmente retratadas.

Eso sí, siempre es necesaria una buena cuota de valentía y honradez para observar en el espejo lo que, en definitiva, se refleja.

“De Gaulle ha llenado de algodón los aparatos de radio, de televisión y los periódicos. Todos los ruidos del mundo nos llegan así amortiguados o deformados por la propaganda oficial. De Gaulle ha vuelto a implantar la censura, la más intolerable de todas, la que se ejerce por sí misma. Esa censura nace del temor discreto, del sentimiento de culpabilidad confuso que el régimen supo crear.

De Gaulle ni siquiera supo perdonar a algunos pocos militares que a veces se perdieron por la culpa de él y a quienes debe el poder. Un rey, un presidente de la república hubiera perdonado. Pero el jefe de una banda o un burgués de Lille no perdona. En las provincias la gente es rencorosa.

Restableció el orden, pero sólo para que el desorden que le siga sea mayor, ha destruido, pero no ha construido nada. De Gaulle es sólo una aventura, pero nunca será historia.

Siempre puede uno combatir por una idea, por una religión, por una patria, pero es deshonroso seguir a un hombre en sus marchas, contramarchas y contradicciones. Es equivalente a hacer un acto de servidumbre. Por eso votaré contra Charles de Gaulle e invito a que así se haga. (…)

En política siempre es un error dejarse llevar por el primer impulso.

-¿Has visto, Provèze, la facha de ese ministro de orejas largas? ¿Has visto la facha de todos ésos cuando vienen a hacerse lamer las manos en público por los perritos de la televisión? Todo el mundo está harto de tal espectáculo. Ya nadie quiere verlos. Si de Gaulle continúa mostrándonos a sus lacayos y servidores, está liquidado.

-Tranquilízate, Jaspiniére, de Gaulle continuará mostrándolos. ¡Viva ese ministro, siempre que le cueste un millón de votos a de Gaulle!”. [2]

Pero, sin duda, muchos son los políticos en todos los niveles, que trabajan inspirados en sus respectivas convicciones partidarias, bregando por generalizar el bien común, aunque lo realicen en contextos, con alguna frecuencia, poco alentadores.

Mientras tanto el humor seguirá haciendo sus aportes.