FOTO: ARV. TAPA "DON CAMILO". EDITORIAL KRAFT. BUENOS AIRES, ABRIL DE 1952

“Cuando lo cómico surge ante nosotros, lo primero que hacemos es reír de ello, sin ocuparnos de hacer a nadie partícipe de nuestra risa. Posteriormente, después de haber reído a nuestro gusto, es cuando quizá encontramos un nuevo placer lo que nos ha divertido”. (2)

Sigmund Freud (1856-1939)

Las negociaciones políticas, con frecuencia, pueden concluir con acuerdos enmarañados difíciles de explicar razonablemente, que permiten una franca entrada al humor.

En algunos aspectos, ese fue el caso de la Constitución de Italia, una vez finalizada la II Guerra Mundial.

Aquí, al respecto, un cabal ejemplo de inteligente humor político.

“Entre tanto se avecinaba la Pascua. Reunidos en sesión todos los cabecillas de la capital del distrito y de las seccionales, Pepón estaba sudando como un condenado para explicar cómo los compañeros diputados habían procedido muy bien a votar por la aprobación del artículo 7°. (3)

-Ante todo, para no perturbar la paz religiosa del pueblo, como ha dicho el Jefe, que sabe bien lo que dice y no tiene necesidad de que se lo enseñemos nosotros. Secundariamente, para evitar que la reacción explote el asunto lloriqueando sobre la triste suerte del Papa, (4) ese pobre viejo que nosotros, malvados, queremos mandar errante por el mundo, como ha dicho el secretario del partido, que es un hombre que tiene la cabeza bien puesta sobre los hombros y dentro de la cabeza un cerebro así de grande. Tercero, porque el fin justifica los medios, como digo yo, que no soy estúpido y afirmo que, para alcanzar el poder todo sirve. Y cuando lo hayamos alcanzado, los reaccionarios clericales del artículo 7° sentirán el sabor del artículo 8°. (5)

Así terminó Pepón, (6) y tomando de sobre el escritorio un aro de hierro que oficiaba de pisapapel, lo torció con sus manazas convirtiéndolo en un 8, y todos entendieron lo que quería decir Pepón y rugieron de entusiasmo. (7)

Pepón se enjugó el sudor: la idea de poner sobre la mesa el aro de hierro y de emplearlo a los fines del golpe de efecto del artículo 8° había sido excelente.

Estaba satisfecho y concluyó:

-Por el momento, calma perfecta. Pero entiéndase bien, con el artículo 7° o sin él, nosotros continuaremos por nuestro camino si desviarnos ni un millonésimo de milímetro y no toleraremos ninguna, aunque fuese mínima, interferencia extraña. ¡Ninguna!” (8)