Martes 23 de Abril de 2024

OPINIÓN

6 de septiembre de 2015

Apuntes Ciudadanos: No botes tu voto

Alejandro Rojo Vivot (1) nos hace pensar en lo importante que es el rol de cada ciudadano en el acto de votar. Informarse de todas las propuestas que en sus plataformas electorales los candidatos expresan. Por eso el voto es poder, siempre y cuando lo ejerzamos.

Foto: A. Rojo Vivot Tapa revista Fray Mocho (1917)

 

"No sólo destruyen la virtud los delitos, sino también las negligencias, las faltas, cierta tibieza en el amor a la patria, los ejemplos peligrosos, los gérmenes de corrupción; todo ello no va contra las leyes, pero las elude; no las destruye, pero las debilita". [2]

Charles Louis Montesquieu (1689-1755)

 

El poder reside en el pueblo el que, en bastantes aspectos, lo delega en sus representates elegidos periódicamente, guardándose para sí algunas muy importantes decisiones institucionales en forma directa, como es el caso de las elecciones de legisladores, autoridades de los poderes ejecutivos y, en algunas jurisdicciones, para otros cargos como los consejeros escolares; en bastantes naciones también se eligen a los comisarios, fiscales, parlamentarios de uniones internacionales, etcétera.

Los habilitados a participar son los que integran los respectivos cuerpos electorales, es decir, que oportunamente han realizado el pertinente trámite o fueron incluidos directamente cuando obtuvieron por primera vez el documento de identidad; en algunos países no es automático y debe haber una presentación voluntaria específica; el voto puede ser obligatorio u optativo según la jurisdicción de que se trate.

Cuando participamos a la democracia la mejoramos sustancialmente; cuando, además, contribuimos al control del accionar de los poderes públicos le agregamos más parámetros para la eficiencia y transparencia que renundan en sustanciales y positivas posibilidades de desarrollo para todos.

Al votar incidimos directamente en las cuestiones públicas; ciertas serán de corto plazo y muchas de largo alcance, inclusive incidiendo en futuras generaciones.

La suma de cada voto, en uno u otro sentido, resulta lo que los pueblos, ciudades, provincia y el país en su conjunto vivirán cotidianamente y, por caso, institucionalmente. Cada voto vale igual a cada uno de los demás y al conjunto por eso, un voto robado, quemado, no contabilizado, manipulado para transformarlo en blanco o nulo, etcétera, menoscaba la condición humana, denigra a la sociedad en su conjunto, desalienta al cumplimiento de la responsabilidad cívica y, entre otras, debilita significativamente a la democracia. Si sumamos la compra de voluntades por bolsas de comida y, por ejemplo, entrega indiscriminada de colchones, promesas electorales luego incumplidas, etcétera, financiadas con los dineros aportados por los contribuyentes, acrecentaremos el panorama de una democaracia opocada y muy ineficiente.

El participar activa y responsablemente en cada comicio, en Argentina, es un 

derecho y una obligación recordando que, históricamente, ese acto trascendente se remonta a los antiguos romanos que designaban con ese término a las asambleas donde los que estaban presentes decidían expresando sus opiniones a través del voto.

Botar tiene varias acepciones: tirar, que es la que empleamos aquí y la utilizada en los ambientes marinos que se refiere a cambiar de rumbo.

La democracia delegativa resulta cuando los habitantes se desentienden de lo público dejando todo, sin miramientos, en manos de los elegidos; al hacerlo, además, genera un sentimiento de estar al margen de las causas originadoras de lo que nos sucede, pues son otros, algunos, los únicos responsables.

Entonces, por caso, con respecto a una norma legal, quienes consideran no estar de acuerdo o que les afecta negativamente en vez de buscar su modificación o derogación, lisa y llanamente la incumplen; de generalizarse esa situación se podría llegar a sociedades al margen de la ley o a la anomia individual y colectiva, desdibujándose toda posibilidad de control social.

Desde luego que en los países sin democracia o con democracias muy restingidas (partido único gobernante) los menos deciden por el resto y los que opinan distinto poco pueden hacer salvo resistir de alguna manera.

Los hábitos son acciones que realizamos frecuentemente sin pensar pues los tenemos incorporados férreamente, haciéndolas sin preguntarnos al respecto ni mucho menos cuestionándonos. En cambio, a las demás las efectuamos como consecuencia de algún grado de razonamiento y, por ende, fundamento: hablo bajo para no molestar al resto de mis compañeros de trabajo que necesitan concentración, me desempeño laboralmente con dedicación honrando el dinero que recibo a cambio, planteo una oferta justa con mis eventuales clientes, etcétera.

Cada acto eleccionario es único e irrepetible, cada voto vale mucho, es un acto magnífico que nos debe llenar de alegría y satisfacción ya que es una de las bases principales de la democracia. Cada voto tiene una implicancia soberana, cada voto es la manifestación autónoma de cada ciudadano y, entre otras, cada voto es la voluntad individual integrada indisolublemente a la del conjunto.

Desde luego que existen variadas formas de botar el voto, cada uno sabrá porqué lo hace, pero todos hemos de tener en claro las implicancias directas e indirectas de las conductas electorales de la comunidad.

Y aquí no vale aquello de que si botas tu voto, luego no te quejes pues, además, hay consecuencias sociales de las conductas indviduales. También son muy disímiles las causas de cómo arribamos al voto pensado, pues las opciones son diversas en ambos sentidos: confiar en el candidato aún sin conocer sus propuestas específicas, adherir a un partido político o alianza circunstancial determinado sin más argumentos, es la opción que considero más conveniente según mi perspectiva, etcétera; los matices son miles y cada uno los sopesará a su saber y entender pero, siempre siendo conscientes de las consecuencias generales de las conductas individuales; maravillosa circunstancia.

El voto es poder, siempre y cuando lo ejerzamos.


 [1] Autor del libro “La corrupción siempre es perversa”.

[2) Montesquieu, Charles Louis de Secondat, Señor de la Brede y Barón de. Del espíritu de las leyes. RBA. Página 53. Barcelona, España. 2002.

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