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1 de mayo de 2015

Miniserie en el Glaciar y Tres Lagos

Se filmaron escenas bajo la dirección de Lucía Puenzo, y la actuación de Germán Palacios y Guillermo Pfenning. El autor y productor de la idea, Martín Jáuregui, describió en un relato la filmación en la estación de servicio de Tres Lagos.

A mediados de abril se concretó la filmación de escenas de una miniserie “Cromo”, una policial científica basada en los cuentos del productor y conductor de radio y TV, Martín Jáuregui, y bajo la dirección de Lucía Puenzo.

Como ya había informado Ahora Calafate, la cineasta ganó un concurso proyectos de serie de televisión para “prime time” (horario central), que organizó el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA).   

Esto les permitió  acceder a fondos para concretar el proyecto que propone un guión de suspenso, el cual se desarrolla en diversos paisajes, en la provincia de Corrientes, Jujuy (Quebrada de Humahuaca) y Santa Cruz, entre otras.

El equipo de filmación y actores tales como Germán Palacios y Guillermo Pfenning, filmaron escenas en el Glaciar Perito Moreno, y también en Tres Lagos. La actriz Emilia Attías, también forma parte del elenco de la serie que tiene previsto estrenarse en el segundo semestre de este año, en horario central de la TV Pública.

En el programa “Vivo en Argentina”, que conduce Sergio Goicoechea, Lucía Puenzo dio detalles de la filmación en El Calafate. Por su parte, Martín Jáuregui relató de forma muy descriptiva la experiencia de filmar en la estación de servicio de Tres Lagos.

Escenas de una filmación en medio de la Patagonia

Por Martín Jauregui

La ruta se desliza ondulada sobre la estepa patagónica. Un dejo de melancolía se deja sentir en el aire de Tres Lagos, a no sé cuantos kilómetros de alguna localidad más poblada. Claudia atiende el café de la única estación de servicio en toda la región. Es la tarde y las nubes de un otoño tímido juegan a las escondidas entre los cerros. Durante años, la mujer del café, miro esas lejanías con amor de terruño. Los paisajes esteparios fueron su patio de juegos cotidiano. Se crio entre estepa y guanaco. Una vida más en la aridez del suelo patagónico. Una vida de Patagonia pura. Y asi sus dias en esa soledad de soledades. De rutina y el paisaje lánguido. Así Claudia se pasó los dias. Esperando que algún auto le robe un poco de tiempo para poder charlar de algo.

El clima sosegado de la tarde se interrumpió en un segundo. El equipo de filmación que la había contactado hacia días buscando una locación para un par de escenas acaba de llegar. A Claudia le cambio la cara. Una sonrisa le colmo el rostro. Tanto que no podía parar de mirar a todos con cara de feliz anfitriona.

El equipo comenzó la tarea. Luces, la cámara en el centro de su pequeño café, decenas de personas que entraban y salían siempre haciendo algo, los actores, las palabras extrañas, los ritmos de filmación como si fueran pasos de baile milimétricos. Todo en su café. Su pequeño café, de pronto, se convirtió en Hollywood. Y entonces: "acción!". La magia del cine se presentó sin pedir permiso a nadie. La atmósfera se transformó en un segundo. Un rayo de sorpresa y felicidad la atravesó de lado a lado. Estaba en medio del "cine". De la "película". Del vértigo que casi no cabía en ese paisaje lleno de bostezos. Una toma, dos, tres. Un café, un té, la alegría del momento. Todo el lugar bailaba una danza de luces y colores eterna. Tan eterna como esos cerros milenarios. Y Claudia bailo. Mucho. Feliz. Colmada de dicha y compañía. Fue un momento de felicidad auténtico. De entrega a las emociones. Éxtasis.

De pronto, la luz del improvisado set se apago en un instante. La directora marco el final de la jornada. Los técnicos comenzaron a desarmar el lugar. Todo, lentamente, comenzó a volver a su lugar. Y Claudia también. Aun con su sonrisa, fue acomodando las mesas del pequeño café de la estación de servicio de la ruta en Tres Lagos. Se ponía en orden aquel caos de bello cine. Las camionetas de producción de la película se alistaron de inmediato: había que seguir rodando y el tiempo apremia.

Un saludo, el abrazo generoso, la cuenta de los cafés y un sonido de partida fueron las últimas escenas que Claudia pudo actuar. Un minuto después, el silencio volvió a instalarse en su café. Un silencio de soledad que se le mete en la piel. Esa soledad que ya la tiene acostumbrada. Claudia miro la ruta con nostalgia. Aun en shock por el paso de "la película", se acomodo el saquito de lana que la abrigaba y miro su café. Volvió a mirar la ruta y sonrío. Este sábado no fue igual que otros sábados. Ese paso vertiginoso de aquel equipo de filmación, se quedo grabado en la emoción de Claudia para siempre. Fue una fiesta de horas. Fue posible distraer a la rutina un rato y sentir que la vida es vibración e incertidumbre.

Volvió a su café. Limpió el mostrador. Acomodo las sillas y las mesas. Mientras todo volvía a su lugar, una lágrima caprichosa se encontró en el medio de su rostro con una sonrisa indeleble. Su corazón aun latía acelerado. Emocionada se sentó en la misma mesa que uso el protagonista de la película y dijo: "Ya nada volverá a ser igual”. Sonrío. Se incorporó y miró el horizonte. Entonces, con el corazón en llamas y su cabeza dispuesta, comenzó a "rodar" su propia película en el medio de la ruta 40, en Tres Lagos. En la estepa patagónica. A no sé cuantos kilómetros de alguna localidad más poblada. Ente los cerros y las soledades que los habitan. En ese café donde ya nada volverá a ser como era antes. Donde atiende Claudia en el pequeño café de la estación de servicio de Tres Lagos.

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