Viernes 29 de Marzo de 2024

OPINIÓN

11 de octubre de 2015

Apuntes Ciudadanos: Campañas en chiste II

Esta semana Alejandro Rojo Vivot (1) sigue haciendonos pensar y reflexionar como el humor y el chiste es una herramienta ciudadana muy inteligente si se sabe usar en época electoral o en cualquier momento de nuestras vidas.

Foto: A. Rojo Vivot Tapa de la revista El Gladiador, Año IV, N° 161. Buenos Aires, 30 de diciembre de 1904

 

“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.

 

Winston Churchill (1874-1963)

 

Los comicios pueden ser excelentes oportunidades para ejercer la inteligencia muy necesaria para el desarrollo del humor.

Macedonio Fernández (1874-1952), de corta carrera como magistrado federal de la que huyó espantado, fue un extraordinario escritor vanguardista y originalísimo argentino que, curiosamente, actualmente, muchos se lo pierden por no leerlo, inclusive los que se ufanan de ser conocedores de la literatura latinoamericana y otras elogiosas auto referencias que, quizá se llevan mal con la humildad de este genio. Su humor profundizó las contradicciones humanas proyectándoles así la luz necesaria para la reflexión; proponemos leer, por ejemplo, la historia de un personaje que, los días de lluvia, alertaba a los transeúntes que tengan cuidado pues se les están mojando los paraguas abiertos.

En vista de las elecciones generales de 1922, en las que triunfó el radical Marcelo Torcuato de Alvear (1868-1942), en un país con intensas convulsiones sociales y un grave deterioro de los partidos políticos, que se seguirán profundizando hasta la actualidad con altibajos, el célebre articulista, con dos años de anticipación, en muy inferioridad de condiciones más allá del acompañamiento de célebres intelectuales y sectores socialistas, inicia una larga y divertida campaña presidencial como un anti candidato, estableciendo una extendida humorada en contra de la corrupción, la falta de transparencia, la despolitización generalizada de la población, la inoperancia de los poderes públicos para solucionar los problemas cotidianos de la gente, la falta de representatividad de las agrupaciones partidarias, los avances totalitarios marxistas, fascistas y nazistas, etcétera. Todo era en serio y en broma ya que sostenía que, dado que eran numerosas las personas dispuestas a abrir pequeñas cigarrerías pero muy pocas estaban dispuestas a postularse para Presidente de Argentina, en definitiva, era más fácil llegar a la Primera Magistratura que triunfar con un pequeño comercio minorista.

El foco lo ubicó en proponer los más diversos disparates y dislates para provocar pánico en la población, superando con creces a sus contendientes, mediante promesas electorales, generando así la convicción general de que sería el único con capacidad de solucionar los problemas que él habría creado; hay unos cuantos célebres ejemplos en el siglo XXI.

Plantea una estrategia relámpago, horizontal, al margen de los partidos políticos existentes, participativa, sin recursos económicos pues será mediante la difusión boca a boca y la militancia sin especulaciones personales de los que se fueron sumando; se reunían todos los días en conocidas confiterías del barrio de Once y 

Congreso, buscando así atraer al electorado descreído férreamente del accionar de las tres agrupaciones con mayor capacidad institucional de ese entonces.

Todo era hilarante pero, al mismo tiempo, señalando muy seriamente el desmembramiento social, los contubernios, las necesidades básicas insatisfechas, el desempleo y el trabajo precario de una población diversa en un país inmensamente rico plagado de enormes desigualdades, derroches fastuosos y disputas personalistas, como casi un siglo después con algunas variantes.

La esperanza por las mejoras en democracia cualificada y el humor siguen vigentes; ya es mucho.

[1] Autor del diccionario humorístico “Vivotcionario”. Ediciones Alero. Buenos Aires, Argentina. (1974).

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