Ilustración: Alejandro Rojo Vivot Caricatura Inglesa de 1689

"El sentido del humor mantiene viva y alerta la actividad inteligente de nuestro cerebro".

Branko Bokun (1920-2011) [1]

John Eyberg expresó: “La verdad duele no cuando vamos en su búsqueda, sino cuando huimos de ella”. Esto es particularmente cierto al analizar el pasado, sobre todo los hijos de una enseñanza que recortó la historia casi dejando solamente aspectos anecdóticos e intrascendentes; muchos mega actos de corrupción irresueltos, numerosas promesas públicas incumplidas, grave impericia en las toma de decisiones, connivencias espurias, etcétera.

Asumimos los errores propios, algunos que no dejaremos de lamentarnos nunca.

Producto del incumplimiento cabal de la Declaración Universal de Derechos Humanos (UN, 1948), numerosas personas con deficiencias actualmente siguen sufriendo todo tipo de menoscabo por su aspecto físico; aberración supina.

Para comprender parte de la política imperante, el inglés Geoffrey Parrinder (1910-2005) expuso que el estadounidense Henry Murray enumeró unas setecientas acusaciones por brujería en Gran Bretaña, entre 1556 y 1718. Nótese el período y reafirmaremos que sucedía en la Europa que se arrogó arbitrariamente el derecho de civilizar a los naturales de lo que se denominó América. Quizá esto pocas veces fue incluido en la enseñanza mientras era obligatorio saber de memoria el nombre de las tres calaveras… y que fueron hechos menores y no la ejecución de una política pública bien diseñada que incluyó el saqueo, la esclavitud y el exterminio de quienes se les llegó a negar la condición de seres humanos.

Sobre esa misma época Reginald Scot (1538-1599), miembro del Parlamento inglés relató en “El Discoverie de Magia” (1584: “Algunas de las llamadas brujas son comúnmente mujeres viejas, inválidas, de vista vidriosa, pálidas, desagradables y llenas de arrugas. Estas miserables criaturas son tan odiosas para sus vecinos y tanto temen éstos, que pocos osan ofenderlas”.

En el famoso proceso judicial de las “Brujas de Samlesbury (Inglaterra, 1612), relatado por Thomas Potts en su obra “El maravilloso descubrimiento de las Brujas en el condado de Lancaster” (1613) encontramos con respecto a las acusadas, “una mujer anciana, aproximadamente ochenta años y ciega”, la otra fue “una criatura muy vieja, marchita y decrépita, con la vista casi perdida”. “Matthew Hopkins era una mujer con una sola pierna, cuyo principal delito era poseer algunos animales domésticos”.

Una caricatura muy bien lograda de la época describe con humor ese nefasto proceso judicial, en donde se observa una persecución aérea en escobas del demonio y una anciana (Woodcut of witches flying, from Mathers’Wonders of the Invisible World, 1689). La política actuando con todo su rigor a través de los solemnes magistrados, con el beneplácito de muchos sacerdotes católicos; asiduamente acompañados por parte del pueblo lleno de prejuicios y resquemores.

Una de las fundamentaciones la presentó el monje alemán e inquisidor Jakob Sprenger (1435-1495), coautor de “Malleus maleficarum” (Martillo de las brujas) (1487): “Hubo un defecto en la formación de la primera mujer, pues se la hizo de una costilla doblada, es decir, una costilla pectoral doblada en dirección contraria al hombre. Y puesto que debido a este defecto es un animal imperfecto, siempre engaña”.

Recordemos que la gran mayoría de los acusados de brujería fueron mujeres, social subvaloradas en comunidades y grupos religiosos machistas; en ese contexto, imaginemos a las personas con deficiencias, ancianos, pobres, extranjeros, etcétera; si le sumamos a los que profesaban creencias distintas a la oficial, sustentaban ideas disímiles a las que prevalecían en los grupos de poder, escucharemos el crepitar de las hogueras.

Una magnífica lección de falso silogismo presente en nuestros días, inclusive en ámbitos educativos y deportivos, cada vez que se descalifica a un individuo aduciendo cuestiones físicas, interpretando a Décimo Junio Juvenal: “mente sana en cuerpo sano” por mente deforme en cuerpo deforme. Abracadabra.