OPINIÓN
9 de octubre de 2016
Apuntes Ciudadanos: RELATOS CON FINAL FELIZ
En la columna de hoy, Alejandro Rojo Vivot (1), nos acerca uno de los cuentos del escritor frances Charles Perrault, donde la "fantasia todo lo puede" y más aún "el amor todo lo puede". HUMOR, POLÍTICA y AFINES XLIV.
Foto: A. Rojo Vivot Tapa revista Caras y Caretas, Buenos Aires, 29 de julio de 1933
“La técnica de los chistes por desatino que hemos examinado hasta ahora consiste, por tanto, realmente, en la introducción de algo simple o desatinado, cuyo sentido es la revelación de otro desatino o simpleza”. [2]
Sigmund Freud (1856-1939)
Con frecuencia el humor contribuye, como sal de frutas, al proceso digestivo de la realidad cotidiana. También sirve para sonreír ante tantos dislates improvisados, enunciados con verborragia, que disimulan los argumentos inconsistentes. Los prejuicios y estereotipos de siglos pasados se reproducen y mantienen en el Tercer Milenio con bastante holgura.
El abogado y empleado público francés Charles Perrault (1628-1703), complaciente con las autoridades de turno, fue también un prolífero e influyente escritor, muy particularmente de relatos infantiles, todos con un final feliz que velaban por un rato los numerosos sinsabores de gran parte de la población sufriente de las políticas públicas.
En “Riquete el del copete” [3] podemos leer: “Erase una vez una Reina que dio a luz un hijo tan feo y contrahecho, que durante mucho tiempo se dudó si tenía forma humana. Un hada que estuvo presente en su nacimiento aseguró que no dejaría de ser agradable, pues tendría una gran inteligencia; añadió incluso que podría, en virtud del don que ella acababa de concederle, dar tanta inteligencia como él tuviese a la persona a quien más quisiera. Todo esto consoló un poco a la pobre Reina, que estaba muy afligida por haber traído al mundo tan feo monigote. También es verdad que, en cuanto empezó a hablar, el niño dijo mil cosas bonitas y tenía en todos sus gestos un no sé qué de ingenioso, que estaban todos encantados con él. (…)
Al cabo de siete u ocho años, la Reina de un reino vecino dio a luz dos niñas. La primera que vino al mundo era más hermosa que el día: la Reina se puso tan contenta, que se temió que una alegría tan grande la perjudicara. La misma hada que había asistido al nacimiento del pequeño Riquete el del Copete estaba presente y, para moderar la alegría de la Reina, le declaró que la Princesita no tendría nada de inteligencia y que sería tan estúpida como hermosa. Aquello disgustó mucho a la Reina; pero unos instantes después sintió una pena mucho mayor, pues resultó que la segunda hija que dio a luz era extremadamente fea.
-No os aflijáis tanto, señora -le dijo el hada-, vuestra hija será compensada de otro modo y tendrá tanta inteligencia que apenas se darán cuenta de que carece de belleza.
-Dios lo quiera -respondió la Reina. (…)
Hay quien asegura que no intervinieron para nada los encantamientos del hada, sino que sólo el amor realizó aquella metamorfosis. Dicen que la Princesa, después de haber meditado sobre la perseverancia de su amante, sobre su discreción y sobre todas las buenas cualidades de su alma y de su espíritu, dejó de ver la deformidad de su cuerpo y la fealdad de su rostro; que la joroba sólo le pareció el porte de un hombre con aires de importancia y que, así como hasta entonces lo había visto cojear horriblemente, no le encontró más que cierto andar inclinado que le encantaba; también dicen que sus ojos, que eran bizcos, le parecieron por ello más brillantes, que su defecto pasó en su mente por la marca de un violento exceso de amor, y finalmente que su gruesa nariz roja tuvo para ella algo de heroico y marcial”.
La fantasía todo lo puede, la cuestión es si el voluntarismo focaliza las políticas públicas que reemplazan sus nefastas consecuencias hacia las personas con discapacidad con, casi únicamente, el amor todo lo puede.
[1] “Reconocimiento por su compromiso en la defensa de los derechos de las personas con discapacidad”. Diploma. ACRIDU, Proyecto Primero Personas. Montevideo, Uruguay. (2012).
[2] Freud, Sigmund. El chiste y su relación con lo inconsciente. Biblioteca Nueva. Tercera edición. Página 1059. Madrid, España. 1973.
[3] En el libro “Cuentos de Mamá Oca” (1697), que además incluyó los célebres relatos: Pulgarcito, Barba Azul, La bella durmiente del Bosque, Caperucita roja, Las Hadas, El gato con botas y La Cenicienta. Empleó como seudónimo el nombre de su hijo Pierre Darmancour.
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