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14 de noviembre de 2016

Cuando el Estado no controla…

Discusiones e insultos entre vecinos empiezan a ser normales en las calles de esta pequeña ciudad. Un tránsito desordenado e irrespetuoso enfrenta a vecinos a diario.

El constante crecimiento del parque automotor, el comienzo de la temporada turística, lo angosto de nuestras calles y avenidas, el tráfico pesado sobre las principales arterias, la falta del control sobre las incorrectas acciones de los automotores, la idea de una villa turística sin semáforo y el desinterés por el “otro”, solo por citar algunos factores, comienzan a generar problemas entre vecinos.

Como en las grandes ciudades, el tránsito ya es motivo de discordia entre los mismos pobladores de una localidad de no mas de 25 mil habitantes.

Señas, insultos y discusiones empiezan a ser moneda corriente en diferentes puntos de la planta urbana, particularmente en el centro comercial.

Los inspectores de tránsito caminan la principal avenida y los sectores de estacionamiento de escuelas y jardines, pero parece no alcanzar. 

Los policías se convierten en meros espectadores, bajo la explicación sobre que no hay un convenio firmado con la municipalidad, como si eso eximiera a la fuerza de hacer cesar faltas contempladas en leyes provinciales, nacionales y hasta el código penal (picadas).

En el mejor de los casos, la policía realiza algún control pidiendo la documentación del conductor y del vehículo.

El doblar en lugares permitidos, el correcto estacionamiento, el respetar señales como los espacios reservados para discapacitados, la velocidad máxima permitida y otras cuestiones, parecen quedar a la libre interpretación de cada vecino.

El estacionamiento pedido en las principales arterias para descomprimir tránsito de vehiculos y generar mayores espacios, parece tampoco alcanzar. 

Los criterios parecen ser tan amplios y distintos, como los problemas que comienzan a surgir entre habitantes.

La denuncia de una vecina en las redes sociales y ante nuestro portal es un ejemplo.
“La verdad hoy pase un muy mal momento por decirle a una señora que no estacione en la raya amarilla y la verdad pase vergüenza yo cuando la que estaba mal era ella”, contó verónica, sobre un hecho ocurrido en horas de la mañana, en el centro comercial de la ciudad.

La vecina explicó que todo ocurrió en la avenida del Libertador, frente a la oficina del Correo Argentino, donde existe una parada de la línea urbana. 

“Una señora se quiere estacionar y yo le hago señas de que está la raya amarilla que es la parada del colectivo, la señora se baja y me empieza a insultar. Le dije - señora está la raya amarilla y no se puede estacionar acá yo espero el colectivo, y no me va parar –“. 

La mujer contó que “la señora estacionó igual”. 
 

“Le saqué una foto. Cuando ve que saco la foto empezó como loca a gritar”, agregó.
Al dar su testimonio, Verónica comentó: “yo solo quería tomar el colectivo. Son muchas las personas q no respetan los espacios de la comunidad ya que las rayas amarillas están para algo, y muchas marcan una parada de colectivo y si hay un auto o mas los colectivos no paran”.

Cuando el Estado no controla, algunos vecinos empiezan a hacerlo en defensa de sus derechos, pero las consecuencias pueden ser problemáticas. O al contrario, el desinterés puede generalizarse para “no tener problemas”, y cuestiones de convivencia pueden resultar caóticas.

 

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