OPINIÓN
27 de noviembre de 2016
Apuntes Ciudadanos: EL PODER DEL HUMOR
Alejandro Rojo Vivot (1) nos hace reflexionar sobre la personalidad de las personas, el pragmatismo, valores éticos, decisiones morales. Para eso nos acerca a un brillante intelectual de la edad media, que hoy su obra sigue vigente a pesar de haber pasado 600 años. HUMOR, POLÍTICA y AFINES XLIX.
Foto: A. Rojo Vivot. Tapa libro "Elogio de la locura". Edicomunicaciones, Barcelona, 1998
“Cuando en tal aforismo se mezcla algo de chiste al excelente sentido total, somos siempre inducidos a considerar la totalidad como un excelente chiste”. [2]
Sigmund Freud (1856-1939)
Principalmente quienes se han estructurado, haciendo alarde, que han construido su personalidad basándose en el pragmatismo, desmereciendo, en alguna medida, la incidencia de los valores éticos, sosteniendo arbitrariamente que todo es relativo mientras se logren los fines buscados, difícilmente comprendan la incidencia en las decisiones morales aunque pareciera que generan pérdidas materiales en el corto plazo.
En esa perspectiva, la autoridad moral no existe puesto que lo importante es la capacidad para ejercer el poder, más allá de los medios empleados. Las palpables inconsistencias e incongruencias propias son menoscabadas o ninguneadas.
Para sostenerse así es necesario bajar la intensidad de la crítica, tender a concentrar el discurso auto referencial y auto laudatorio, edificando un personaje peculiar que puede bogar por mares de pares mientras no compitan entre sí.
El debate busca ser relegado por una doctrina autoritaria y única; los demás son tildados que desvarían, son traidores, poco inteligentes, nunca serán ricos, el éxito siempre les será esquivo, etcétera.
Entonces, el humor puede irrumpir con sabiduría presentando las ideas en planos invertidos, en metáforas, alegorías, etcétera, como una entretenido calidoscopio.
El humor como velo es una coraza; además resulta sumamente divertido.
Geert Geertsen (Desiderius Erasmus Rotterodamus), (1466- 1536), formado en el humanismo, monástico agustino y, sobre todo, fue un brillante intelectual y literato alejado de lo escolástico medieval que en su época cercenaba la condición humana en cuanto ser único, irrepetible y libre.
A la manera de San Pablo: “Porque si hacemos el loco, es por Dios; si nos mostramos juiciosos, es por vosotros”, [3] se disfraza como un ser estulto [4] y así ejercer el derecho atribuido a los enfermos mentales e infantes: decir la verdad sin que se la considere ofensiva.
“Es aficionada la Fortuna a las personas poco sensatas, a los atrevidos, a los que están acostumbrados a decir sin temor alguno: ʻ¡Adelante!ʼ. La sabiduría hace a las personas extremadamente tímidas, razón por la cual la mayor parte de los sabios viven en la pobreza, en la estrechez y en la necesidad; oscurecidos y olvidados, en tanto que los sandios [5] nadan en oro, participan en la gobernación del Estado y, en fin, gozan de todas las ventajas posibles. Si por casualidad algún sabio quisiera ser el hombre de confianza de un soberano o tratase de ʻconvertirse en el favorito de los príncipesʼ y frecuentase el trato de estos semidioses cubiertos de oro; ¿habría algo que le estorbase más que su ciencia y que más le perjudicara en el concepto de los que le rodean?[6]
Entonces, es oportuno preguntarse cuáles son las razones que sustentan que este encomio de la locura, luego de seiscientos años siga tan vigente en nuestro siglo XXI.
[1] Jefe del Grupo de Trabajo Jurisdiccional del Sistema Automático de Información de la Función Pública, Ministerio de Trabajo de la Nación. Resolución N° 765-78. (1979).
[2] Freud, Sigmund. El chiste y su relación con lo inconsciente. Biblioteca Nueva. Tercera edición. Tomo I. Página 1075. Madrid, España. 1973.
[3] Pablo, San. Epístola II a los corintios. Parte I. 5, 13. Biblia. Biblioteca de Autores Cristianos. Vigésima segunda edición. Página 1380. Madrid, España. 1967.
[4] Genérico de con poca inteligencia.
[5] Simple, ignorante.
[6] Rotterdam, Erasmo de. El elogio de la locura. Edicomunciaciones. Páginas 133 y 134. Barcelona, España. 1998.
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