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OPINIÓN

25 de diciembre de 2016

Apuntes Ciudadanos: HABÍA QUE SER VALIENTES

Alejandro Rojo Vivot (1) en su columna nos habla de los tibios y de los que no son asi, y en épocas donde se intenta imponer el pensamiento único, cita al sacerdote catolico Rotterodamus para reflexionar sobre estos aspectos en nuestros días. HUMOR, POLÍTICA y AFINES LIII.

Foto arv Tapa revista Fray Mocho, Buenos Aires 2 febrero de 1917

 

“El carácter del chiste de la forma expresiva”. [2]

 

Sigmund Freud (1856-1939)

 

Difundir siempre es, de alguna manera, exponerse en el sentido más amplio del concepto, por eso los tibios se rehúsan encerrándose, como mucho, en murmurar muy de vez en cuando; desde luego que cada uno sabe lo que desea sin que todos acrediten la misma condición.

Hay quienes exponer ideas, informaciones, creaciones, etcétera, es casi una irrefrenable pasión, aun a riesgo de los mayores fracasos, peligros, aislamiento social, etcétera, mientras que, los menos proporcionalmente, el éxito y el reconocimiento los acompañan, inclusive incidiendo notoriamente entre sus contemporáneos y en sucesivas generaciones.

Presentar públicamente una perspectiva nueva o un aporte innovador, con alguna frecuencia, impacta en quienes descansaban en algún remanso confortable, inclusive en las ciencias, las artes, la filosofía, la teología, la tecnología, etcétera.

En épocas donde predominan los intentos por imponer el pensamiento único, la situación es más acuciante.

Tal es lo que le tocó vivir al sacerdote católico Geert Geertsen (Desiderius Erasmus Rotterodamus), (1466 - 1536), que empleó la estrategia de exaltar al humor y, al mismo tiempo, incluir su pensamiento político. Su éxito fue extraordinario en cuanto a las reediciones y traducciones, como el haber logrado un cierto reparo del enojo de sus superiores y de los gobernantes.

“Ya que a todos y cada uno concedemos sus diversiones, resultaría verdaderamente injusto y no consentir solaz alguno a los que se dedican al estudio; mayor intransigencia aún cuando con ello se componen de esas obras en que, tratando asuntos trascendentales dichos en broma, sin duda trae más provecho al lector que las severas y aparatosas disertaciones en que se ensalza la retórica o la filosofía con algún discurso mal zurcido y peor remendado con relatos de varios autores, para alabar a un príncipe de poco más menos o exhortar a la guerra contra le turco, cuando no se predice el porvenir o se levanta un tumulto sobre cosas que a nadie importan un ardite. [3] (…)

Imaginemos un monarca, como son casi todos: ignorante de leyes; enemigo a poco menos del bien público; atento sólo a su provecho; entregados a los placeres; que odia el saber, la libertad y la verdad; despreocupado por la prosperidad de sus Estados y propicio sólo a sus caprichos y liviandades. Si a este rey, digo, se le coloca el collar de oro, emblema de todas sus virtudes, la diamantina corona que represente el brillo de sus acciones, el cetro, símbolo de justicia y de rectitud de ánimo, y, en fin, el manto de púrpura bajo el cual ha de cobijar con soberano y ardentísimo amor a su pueblo, considerad la diferencia que existe entre lo que representa estas insignias y su verdadera conducta; yo os digo que habrían de abochornarle esos atributos y viviría en el temor de que algún malicioso hiciese burla de todo ese grande y simbólico aparato”. [4]

Cambiemos solamente algunas cuestiones circunstanciales, con mucha menor capacidad de los autoritarismos y podríamos publicar el texto citado en el diario de mañana.

 

 

[1] Presidente de la Primera Audiencia Pública. Concejo Deliberante de El Chaltén, Provincia de Santa Cruz. Resolución HCDECh N° 30. (2016). 

[2] Freud, Sigmund. El chiste y su relación con lo inconsciente. Biblioteca Nueva. Tercera edición. Tomo I. Página 1080. Madrid, España. 1973.

[3] Cosa de poco valor, como una moneda acuñada en algunas regiones de España, a partir del siglo XV.

[4] Rotterdam, Erasmo de. El elogio de la locura. Edicomunciaciones. Páginas 30, 31 y 125. Barcelona, España. 1998. 

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