FOTO: ARV. REVISTA FRAY MOCHO. BUENOS AIRES, 22 DE JUNIO DE 1920

“Quizá el placer de minoración y las particulares condiciones de la mímica de representación expliquen el paso paulatino, determinado por circunstancias cuantitativas, que de lo placiente en general a lo cómico se efectúa en la comparación”. [2]

Sigmund Freud (1856-1939)

Como periodista Jimmy Earle Breslin (1928-2017) conoció muy particularmente a algunos miembros de la Mafia de Nueva York y, asiduamente, fue perseguido por sus publicaciones como cuando, en 1970, Jimmy Burke lo atacó violentamente por un artículo sobre Paulo Vario, de la Familia Lucchese, creada en la primera década del Siglo XX.

Al mismo tiempo, se expresó humorísticamente sobre todo mostrando claramente las intrincadas y férreas alianzas entre ciertos hombres públicos y públicos mafiosos.

“Baccala, [3] sin embargo en el caso de tener que elegir entre un prometedor, consciente y honrado italiano, y un voluble y astuto ladrón irlandés, en todo momento se decidiría por el irlandés. Las teorías políticas de Baccala eran simples. Contaba con Joseph DeLauría quien trataba de sobornar a todos los funcionarios del servicio público de Brooklin, pero no esperaba que fuese un número exorbitante de individuos el que estuviera a su lado mediante el soborno. Con el paso de los años había aprendido que, cuando conviene, un político recurre a los trucos del actor delante de la Mafia, del mismo modo que lo hace delante del público en general. Existe la creencia bien extendida de que cada jefe importante de la Mafia cuenta con uno o dos jueces del Tribunal de Apelación, unos cuantos miembros del Congreso, un puñado de fiscales, y, para los casos de gran trascendencia, con un juez del Tribunal Supremo. Sin embargo, siempre se realizan maniobras envueltas en un gran velo de falsedad. Un procurador del estado de Nueva York deliberadamente cometió errores durante un juicio con el objeto de que el abogado defensor de un mafioso ganara un caso de apelación difícil de ganar en un juicio normal. Pero, en general, las numerosas leyendas que sobre la Mafia llegan hasta todo los rincones del mundo, son, como en otros muchos casos, el resultado de simples rumores, fantasías, y quizá falsas promesas.

Baccala era un político realista. Cierto que le habría gustado mucho tener a un juez bajo sus zapatos, o probablemente a alguien con un cargo aún más alto. Pero se conformaba con ejercer su influencia sobre un asambleísta de la Cámara Baja del Estado de Nueva York. En el momento en que este individuo ocupó un puesto idóneo, Baccala obtuvo un documento que iba a permitir a Joseph DeLauría adquirir muchos terrenos situados bajo el río Hudson.

Al vetar personalmente aquel documento, el gobernador comentó, con la gente de su despacho:

-La última persona que intentó hacer una cosa así fue mi abuelo”. [4]